la importancia de un buen testimonio

Para entender este relato bíblico hay que ver el contexto del mismo, es decir, ver los antecedentes previos al mismo (vv. 30-37). Jesús está con sus discípulos platicando asuntos de suma importancia, especialmente lo relacionado a su ministerio y al de los discípulos también. Hay situaciones que se están dando en torno al liderazgo y a la misión. Jesús empieza a aclarar dichos asuntos, pero de pronto Juan quiere distraerlo con un hecho que aparentemente, para ellos, es escandaloso: un hombre echa demonios (hace milagros) en el nombre de Jesús, pero no les sigue a ellos, no para junto a ellos. Ante esa situación ellos se lo han prohibido. ¿Por qué este hombre no les sigue? ¿Cuál es la razón? Se puede llegar a la conclusión de que la razón porque este hombre no sigue a los discípulos, es por el mal testimonio que están dando ante los demás. Él es un creyente de Jesús, tiene poder para hacer milagros, pero no está de acuerdo en la forma como los discípulos llevan a cabo la misión.

Para Jesús es muy importante atender este asunto y da su respuesta con autoridad: “no se lo prohíban, porque no hay nadie que haga milagro en mi nombre y que luego hable mal de mí” En otras palabras, él también es un discípulo mío, un seguidor, aunque no se reúna con ustedes, él no está en contra de la Misión, sino a favor. El asunto es aclarar por qué no desea reunirse con ellos. Indirectamente lo que Jesús les va a decir a sus discípulos es que el problema radica, no si se reúne con ellos, sino en el mal testimonio que están dando ante los demás. La aclaración vale la pena hacerla, porque ¿cómo van a pretender que este hombre, creyente en Jesús, les siga, si ellos mismos han estado discutiendo en el camino quién ha de ser el mayor entre ellos?.

Esta situación es también válida para nosotros los discípulos de Jesús en estos tiempos. ¿Qué testimonio estamos dando ante los demás? ¿Qué estamos discutiendo ante los pequeñitos del Señor? ¿Qué sucede cuando la comunidad, la iglesia, se reúne en una asamblea? Sin duda que nuestro testimonio no es nada bueno. Muchas veces no nos damos cuenta de lo que hacemos: una mala mirada, una palabra airada, un chisme, una crítica envidiosa, el aprovecharnos de la iglesia para lograr asuntos personales, mala conducta de cierto líderes y pastores, pleitos entre los hermanos, etc. Todo esto es un mal testimonio del amor de Dios entre los creyentes. De ahí que Jesús nos la siguiente exhortación: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que cree en mí, mejor le fuera que se colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se hundiese en lo profundo del mar...pero hay de aquel hombre por quien viene el tropiezo”  (Mt. 18:6-7). El Señor nos ha llamado a ser la sal y la luz del mundo (Mt. 5:13-16), que cada uno donde estemos ejerzamos el discipulado responsable y vivamos en paz y en armonía, dando buen testimonio de una verdadera vida cristiana. ¿Cuántos vienen a los pies del Señor por la proclamación de la Palabra y por el buen testimonio que ven en nosotros? Sin duda que muchos. Pero, ¿cuántos se alejan de la iglesia y abandonan su fe en Cristo, por causa de nuestro mal testimonio? También muchos. No podemos seguir más en esta situación. Nuestro testimonio cristiano debe reflejar el verdadero amor de Dios, estamos llamados a ser la sazón del mundo.

El Señor está llamando a muchos a creer en él y hacer grandes maravillas, aquí y en cualquier otro lugar. Él les provee una comunidad llamada iglesia para que crezcan y maduren en su fe cristiana. No están solos, hay un contingente de cristianos que están llamados a cuidar de ellos. Es nuestra responsabilidad cobijarlos en nuestras comunidades cristianas para que cumplan la tarea de proclamar a Jesucristo el Señor. Que el Señor cuando venga nos encuentre en esta tarea. Amén.